sábado, 27 de febrero de 2010

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El, acaricia su arma, sabe que su hora se acerca.
La paranoia se posiciona a sus espaldas, la locura fiel compañera nunca lo abandono. Siente al mundo derrumbarse a sus pies, siente el inmenso y profundo abismo que dicen, se siente antes de emprender el viaje al infierno...
El espera, acaricia el gatillo, ya puede oler a su enemigo, siente sus pasos detras de la puerta; sabe que cuando esta se abra, no deberá dudar, disparará a matar.
Una suave gota de sudor le recorre la espalda, los vellos de del brazo se le han erizado, no lo comprende, no es la primera vez que va a matar.
Se concentra en la puerta, por donde unos pequeños rayos de luz se cuelan al centro de la habitación, su experiencia le susurra al oído que, debera ser rapido y preciso, no habrá una segunda oportunidad... sigue acariciando el gatillo de su Colt... la puerta se abre, el cuarto se ilumina y solo se escucha un tiro...

El forense es determinante en su autopsia, un tiro limpio, a poca distancia, sin lugar a dudas, un suicidio

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